Truculento"
es un adjetivo aplicable a aquello que sobrecoge o asusta por su morbosidad,
exagerada crueldad o dramatismo. Y no está mal escogido para designar el
conjunto de hechos violentos del que se hacen eco las crónicas de este volumen,
desde sucesos enmarcados en la guerra de bandos, como la quema de Mondragón,
hasta el crimen de Beizama, que conmocionó a nuestros abuelos, pasando por las
andanzas de bandoleros de leyenda, como Joaquín Iturbe,
"Xantua", o
el el atentado en el balneario de Santa Águeda que en 1897 costó la vida al
presidente del Gobierno español, Antonio Cánovas, y la posterior ejecución en Bergara de Michelle Angiolillo. Pero Santiago
Aizarna no aborda estos hechos desde la truculencia sino, fundamentalmente,
desde la literatura o, mejor dicho, desde el reflejo que tuvieron en la
literatura, ya sea en la considerada culta, como puede ser el caso de algunas
novelas de Pío
Baroja, ya sea en la popular,
como los bertsos de
Berdabio o los de José
Larreina, autor confeso de
catorce asesinatos. Aizarna sospecha
que el material reunido pudiera ser suficiente para iniciar un estudio
criminológico en el País Vasco, pero advierte que su objetivo no ha sido ése,
sino, simplemente, volver a posar la mirada sobre hechos que dejaron profunda
huella en la memoria colectiva.