martes, 15 de febrero de 2011

De buceos

   Visto lo visto en el Reyno de Navarra este pasado domingo, algunos hasta se habrán acordado de Peñalén, en Viliafranca de Navarra, por cuya panorámira cruza indeleble, desde hace casí un milenío, la torva sombra de un puñal fratricída. Y los que saben ser amargamente irónicos, reconocerán, entre satíricos agraces y entre jobianos contumaces, creyentes en que se les debía un favor, que los favores no sólo no se cobran sino que se pagan. Y pasada esa página del periódico que habla de fútbol, quizá haya quien lamente o se regocije con otros amargores o dulzores (que de todo habrá) procedentes en este caso de la política, al evocar, sobre todo, a aquellos tercios de requetés que, una mañana de julio de hace más de setenta años asomaron su boina roja por tas cresterías de los montes oyarzuarras, que los vió éste que esto escribe con ojos no tan niños a pesar de todo. Pero escrito esto lo procedente vayamos a los reinos del agua tan deshonestamente abundante en tantos lugares en estos últimos tiempos, que ha habido momentos en que toda la península sentía como antojos de convertirse en lago, que habría que saber si en medio de esas riadas impresionantes alguien se habría atrevido a leer esas páginas que a la Hermana Agua dedico el Poverello de Asis aun con ser ciertas y de lirismo incontrastable. 



Depiratas." 



   Con el agua tan en revuelo pues y en tanta indomeñable abundancia, habrá que girar un recuerdo a los piratas que vuelven a la mar abierta de los cines y nuestros recuerdos más húmedamente marinos les acompañan. Yendo a historias de marinerías, tampoco hará falta recordar que, para muchos, su primea lectura fue aquella narración de una isla donde habia un tesoro, que sospecho yo que hasta puede haber algún célebre cocinero de nuestros tiempos que se haya acercado al fogón bajo el señuelo inductor y atractivo de John Silver, el Largo, que habría ocasión en ese caso de estudiar el influjo del mal sobre mentes virginales. Vuelven los piratas, repito, al espléndido escenario cinematográfico y, con ellos, los mil recuerdos desde el cine y la literatura nos dardean tan implacables como gozosos, digamos que la Bounty, el Pequod, etc (para cubrir el expediente de una larga lista), y dejemos que sigan aún flotando en nuestra memoria irredenta, con toda la magia de su espuma marinera, los nuevos casos que afloran, como el del incendio del velero' Cutty Sark', entre cuyas llamas de estos días reverdecía una historia de la mar comercial en donde entran en colisión naciones en dura competencia por la carrera del té, que viene a recordarnos aquella fábula de Tomás de Iriarte (1750)-1791) que dice que "El Té, viniendo del imperio chino,/ se encontró con la Salvia en el camino', y donde se entabla un diálogo de traslados y aprecios dignos de tomarse en consideración, en mucho más que lo que quiso tránsmitirnos el propio don Tomás en su moraleja, vertida, como siempre en él, al mundo de las letras y del comercio literario. 'En el fondo del mar, matarile, rile, rile...' cantan las niñas su sonata también azul, voz de ánforas que dejan salir el agua al glu glu, salmodia de brisas que inundan el parque y solazan a un tiempo a árboles y pájaros, pero en ese fondo de mar, tan bien brizado por gargantas angélicas reposan los tesoros de la ambición humana, a saber cuántas monedas de oro encontraron su banco definitivo en profundidades acaso no tan abisales, que puede parecer denodado esfuerzo inútil el de los descubridores de tesoros pero nos surge cuando menos lo esperamos la epopeya de mi barco arrastrero como el "Odyssey Explorer", el viejo Homero y el astuto Odiseo de nuevo en recordación y yuxtaposición de imágenes, y a esta península ibérica de antañonas refulgencias imperiales y sitiada por un brocal de tesoros le van expoliando ahora lo que le quedó bajo las aguas de anteriores esquilmos coloniales. 



De 'vivencias'.- 


   De otros muchos tesoros perdidos suelen guardar memoria algunos. No digamos si nos aventuramos a caminar por los parajes antes indicados de don Tomás que, como queda dicho, son más bien, literarios. Hay quienes quieren bucear en esas aguas e ir descubriendo tesoros, como el buen amigo Fernando Orlando, de profesión sus iniciativas, y a quien le da por instituir, sin que anteriores andanzas en ese terreno le basten, un nuevo premio literario en un género de nueva ideación o de denominación, el de las Vivencias, del que se hacen eco ilustres figuras como Ortega que lo trae prestado del vocablo alemán 'Erlebnis' y el que trata de allegarse al credo de denominar con tal palabra todo aquello que con tal inmediatez, llega a su "yo" que entra a formar parte de él como así se explica, y cítese asimismo la definición de Dilthey de algo revelado en ' el complexo anímico dado en la experiencia internia' como lo trae Ferrater Mora, y si paramos en Zaragüeta (don Juan) y su 'Vocabulario filosófico' (Espasa Calpe, 1955), veremos que lo aprueba como 'la primitividad en la conciencia o experiencía vital del mundo por parte del sujeto consciente', no conformándose, sin embargo, sin darnos el proceso de sus grados de primitivismo, con todo lo cual quedará el consultor en parecida ambigüedad a la que comenzó su consulta, resumido todo lo cual ha de tomarse en cuenta el peso que gravita en el ideario de Femando ante dicha palabra y en la categoría de su opinión andada firmemente en su experiencia, nada primitiva sino más bien acrisolada en iluminación y práctica sus cuatro obras publicadas anteriormente sobre el tema, por lo que puede considerársele timonel expertísimo. Le anima a Fernando en su propósito, un tipo de buceo personal que consiste en dar con una nueva figura que añadir a la lista de prosapia de los escribientes, con lo que entra en esa especie de discordancia existente entre los nuevos nuevos y los viejos nuevos, es decir, encontrar nuevas figuras con el consiguiente peligro de olvidarse de las viejas, que el tiempo es sujeto agente que va oxidando, con prisa, todo lo que se va almacenando al margen de la vida, con riesgo evidente de convertirse en chatarra aunque cuente con dorados que, pese al polvo acumulado, refirigen. Les salen a Femando y a los que ha concitado en un restaurante que fue (y, es) de categoría gastronómica y de trato exquisito e insuperable antes de que otros lo fueran, el Nicolasa, un ganador que es asturiano y de treinta y nueve años y un tercer premio que es de Zaragoza y frisa en los treinta y siete, pero héte aquí que de Argentina viene la sorpresa de eso de lo viejo nuevo, que es que un pibe de setenta y dos calendarios se alza con el segundo premio, que entramos aquí en ese territorio minado en el que nuestro paso ha de hacerse quedo, las manos de seda, atentos los ojos, el oído abierto y la intuición en un punto en el que vayan a encontrarse, como en abrazo, el deseo y el acto,, que es el punto de fusión del éxito. 

29-V-2007 

Cárceles

   De un joven español perteneciente al grupo Erasmus, prestigioso programa cultural, científico o lo que sea, se nos viene a decir que, por ahí, por Letonia creo, ha tenido la mala idea de tener algo que ver con una bandera de tal país, que no me he enterado de lo ocurrido sino es en su parte última, que es el de haber sido encarcelado, por haberse metido -me parece a mí con arreglo a los pocos datos que manejo-, donde no le llaman, que, en este caso, es el de dejar en paz a las cosas en el sitio donde estaban como el respeto debido y la educación enseñan. Y, de una joven, rusa para más señas, que tampoco me entero qué causas sino es por haber metido excesivo ruido según se informa, me llega la noticia de que es apresada y llevada a comisaría, donde tres mossas (de no sé qué Esquadra), la someten a una paliza tal que entre equimosis, hematomas y otras menudencias dejan su cuerpo hecho un mapa, y a ese cuerpo cuyo oficio es el de mantener el orden, hecho objeto de criticas nada benévolas, como es razonable que así sea. Son dos historias de, cárceles,, de mínima importancia si se quiere, al lado de otras en ese terreno, que si nos pusiéramos a hacer recuento de prisiones, cárceles y mazmorras, nos faltaría papel para consigna una mínima parte de ellas y demostrariamos que los grandes forzados que se asomaron a la literatura contandonos sus penalidades siempre quedaron muy cortos, que podríamos citar a vía de ejemplo y a botepronto, nombres comó el de un tal Silvio Pellico que se hizo famoso por contarnos en 'Mis prisiones' su forzada estancia en el castillo de Spielberg, en Brünn; o un tal Dostoievski que identificó el lugar de sus desventuras de preso con 'la casa de los muertos; o aquel vengativo personaje que residió por tanto tiempo en aquel innoble agujero del castillo de If, mientras inventaba para su uso personal un morse para comunicarse con el abate Faria, que nos contaba su creador, un tal Dumas, que las confidencias que le hiciera el eclesiástico le hicieron inmensamente rico, y etcétera y etcétera, que, a poco que se pusiera uno a recordar las obras literarias que de prisiones hablan nos encontraríamos con innúmeras, copiosas, indescriptibles acciones que tienen como tema preferido ése de la descripción de lugares donde penar la falta de libefíad. 



Piranesi.- 



   De las cárceles se ha escrito tanto que una biblioteca entera dedicada a esta rama de la sociedad podría competir con la famosa de Alejandría. Y, como en todo infierno, cabría señalar la pena de daño y la de sentido, que la primera de ellas la colocaría yo pensando en aquella frase sartriana de 'el infierno son los otros', y la de sentido en las mil y una vejaciones y torturas que para una mente normal sería difícil de imaginar. Pena de daño pues, que al contrario de lo que así se nombra en la vieja concepción católica de la privación de Dios, tiene que ver en el ámbito de las cárceles con la proximidad de los otros penados y nos obliga a husmear sus olores como él los nuestros, la miseria de la promiscuidad sin duda, un mundo en el que lo abominable de cada ser se hace intolerablemente patente. Un filme que quisiera contarnos la historia de la Humanidad se cree que debiera de dejar unos cuantos capítulos cada época para hablarnos de cárceles, y no precisamente o sólo de las del alma como en el caso de aquel escritor húngaro, Lajos Zilahy (1891-1974), cuyas obras, en un determinado momento, inundaron escaparates y baldas de todas las librerías de España, sino de ergástulas que oprimen cuerpos, y, en donde tampoco seria difícil encontramos con la sombra, inquietantemente perceptible, de Sade. Quizá fue, que, obsesionado por estas reiteraciones, la mente artística de Giambattista Piranesi (1720 -1778), dio, en idear y grabar su mundo particular de 'Prisiones', lugares donde toda incomodidad tiene asiento y todo dolor presencia y toda indignidad vuelo. Instalado en Venecia en 1743, y quién sabe si estimulado su estro por los relatos de su contemporáneo Giacomo Casanova, caballero de Seingalt, de su forzada estancia en Los Plomos, dió en ir elaborando todo un mundo de mayestáticas proporciones del mundo carcelario, grabados de hierros de negras forjas, jaulas de azotes y torturas finiseculares, mazmorras en donde se gime todo agravio, edificios de la crueldad mayúscula de perspectivas que van más allá de lo que una mente normal pudiera sopesar como soportable. 



Sueiro.- 


   La Humanidad, que se va librando en parte del oprobio del derecho de poder matar legalmente a sus semejantes, lo tiene más difícil, sin embargo, con el otro derecho, de privar de la libertad a sus congéneres. Allá por el año 1968, Daniel Sueiro escribió una amplia historia sobre 'El arte de matar" al que añadió, en 1971, otra historia también interesante sobré los verdugos españoles', publicadas ambas obras bajo el sello de Alfaguara. Pudiera argumenterse, supongo, que en lo que a matar se refiere, dejando aparte las continuas guerras y otras prácticas pestíferas por todos conocidas, puede que se haya paliado tan feroz costumbre, aunque siga siendo este problema, aún hoy en día, algo como un ente anélido, una especie de tenia gastrointestinal de la sociedad humana aún la más avanzada, que para percatarse de ello bastaría con girar una visita, aunque sea simplemente imaginativa o basada en relatos literario- cinematográficos, y experimentar que, aun en las regiones supuestamente más civilizadas del globo, se sigue matando como acto punitivo, o paliativo, o de defensa de esa sociedad a la que algún daño se le ha inferido. Pero, a pesar de todo, otro es el problema que se nos presenta desde el mundo carcelario . Y, también, en cierto modo, de esa otra práctica que también denuncia lúcidamente en esta obra conjunta, de ese otro "arte" de los modos y maneras de sojuzgar a los hombres, en una perenne esclavitud que ha ido navegando por todas las edades que, en esta exposición no deja de señalar el pensamiento de ilustres personajes que se dejaron ganar por el medio ambiente, como en el caso de Aristóteles que manifiesta que 'es evidente que entre los hombres, los unos son libres y los otros esclavos por naturaleza' y que 'es justo y bueno que tal hombre sea esclavo y tal hombre propietario de esclavos'. Si parece de difícil aplicación desde un abstracto sentido de la justicia más elemental cualquier extorsión a un semejante, bien sea de prisión o de muerte, se opone y se impone, sin embargo, la otra razón que la sociedad tiene de defenderse de los ataques que le provienen de ese ser que es el hombre y de cuya condición nada angélica puede esperarse cualquier desmán, que ahí están códigos de todas las edades y civilizaciones que presentan diversos modos para hacer frente a tales agravios y, aunque con reservas, justificar en cierto modo, las violencias que un hombre, amparado en la sociedad de la que forma parte, pueda ejercer sobre otro u otros hombres. 

4 - VI - 2007

El milagro

   Parece obligado hablar de fútbol, ahora que estamos a la espera del milagro y hasta se nos  facilita su fórmula alquímica. Pero de lo que no se habla és del verdadero milagro que ya se dió, hace mucho, en la esencia de este deporte. Dice la RAE, en segunda acepción, que el milagro es cualquier cosa extraordinaria y maravillosa', y lo maravilloso y extraordinario del fútbol es que, algo tan fútil como el de meter un balón en un deteminado rectángulo, adquiera la importancia mundial que se le da. Aprendí en el libro de Apologética de bachillerato, que el cristianismo ha tenido como gran milagro fiduciario (también en segunda- acepción) que su extensión y mantenimiento, a lo largo de los siglos es prueba irrebatible de su verdad. Un  milagro pues, éste sí, de origen divino, lo que nos llevaría a considerar, por similares  razonamientos, al imprescriptible dogma de que el mayor milagro existente hoy sobre el haz de la tierra, es éste del fútbol, una diabólica invención que hace posible los entusiasmos de las masas.   

Paulo de Tarso.-

   La clave de los milagros está en la fe, y de citas sobre su simbiosis están llenas las Escrituras. Un buen repaso lo da el apóstol de Tarso en el capítulo XI de su Epístola a los Hebreos Partiendo de Abel, pasa por Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Sara, etc que ni siquiera retira su beneficio a Rahab la ramera, y sigue con Gedeón, Barac, Samson, Jephté, David, de gentes azotadas, vituperadas, perdidas por desiertos, montes y cuevas, que si bien se mira ahora a la afición futbolística, así se ha pasado el año ligero, penando con angustias de muerte domingo tras domingo, vomitando en el cuarto de baño las bilis trepadas en los estadios, esos lugares de tortura ideados por sádicos. De 'crueldad insoportable', se escribía en la prensa sobre el último lance del penalti fallado, es decir, de la crueldad máxima, de ésa que rebosa y rebasa al  corazón y le hace dar un estallido de infarto, el montgolfier que arde en el puro aire de Fray Luis y su Pastor santo, crueldad insuperable que se escancia en esa escena de la crucifixión, clavado el hombre frente al obús que descansa a los pies del ejecutor, el silencio insuperable en las gradas y el milagro (también) de los corazones que dejaron de latir y sin embargo penan de congoja, que los cardiólogos no podrán explicar nunca por qué unos pocos míseros son los únicos que celebran su óbito en los campos de fútbol y no todos, un infarto total como sería normal que ocurriera. Cualquiera podría hablar de ese momento de zozobra letal que le domina al portero frente al balón que va a atravesar ése su espacio que ha de guardar invulnerable, pero que no se dejará de pensar, por yuxtaposición, en sevicias del afusilamiento,' la  mañana en nieblas, los fosos del castillo, el piquete, en lo alto el vuelo de los gorriones como tilde de burla, y esa soledad inmensa de la multitud que espera, que es el momento propicio para que el milagro aflore, la mano del ángel en la piscina Probática, el carro del desahuciado que llega al borde de la gruta y se encuentra con el retablo de la Subirous, el de la fe por  antonomasia en el milagro, que, dígaseme, ¿cómo puede nadie desoír esa apelación que al  milagro se hace?. Y, ¿cómo digerirlo todo, ya no la soledad del portero sino la del fusilador piernas que tiemblan, fiebres que dudan, que se queda al fin, mudado, alelado, mustio,  descolorido, en la garganta una angustia que no se acaba de tragar, el 'ooooh' de la multitud, al viento la túnica del fracasado, desnudo por dentro y por fuera y a merced de los elementos después de que el balón ha salido de sus pies y el horizonte se ha llenado de cacofonías de silencios que matan?...

Cursillo de fe.-

   Repitamos que todo milagro no es más que un despellejamiento de la fe. Y, dejemos al  desnudo al hombre que cree. Sobre la barca, el pavor se apodera de unas personas que, para mayor inri, resulta que son pescadores de oficio, acostumbrados a tomentos y tempestades varias. 'Hombres de poca fe', les llama el Gran Timonel que siempre ha colocado la fe como herramienta indispensable, es decir, Pedid y se os dará', "La fe mueve montañas", 'Nadie que no crea en mí alcanzará el reino de los cielos', que se miran unos a otros más conturbados aún por lo que se les dice que por lo que ocurre. El hombre, en este caso del milagro del equipo que se salva o no se salva, es alguien que, durmite todo el largo tiempo de la liga del desastre ha estado explicando su cursillo de la fe inoxidable. Contra viento y marea -muchos vientos huracanados y mareas que aturden- ha estado pregonando su fe, colocando la creencia en el punto crítico donde se halla la desesperanza, el naufragio, pero donde, al parecer, podía él ver la salvación. Todo milagrero es un desalmado que dispara contra la razón, pero al mismo tiempo es un héroe que nunca cederá en su fe mística. Creer no sólo en lo que no vimos sino hasta en lo que no veremos; no esperanza de milagro, sino certidumbre. Con la fe que se enarbola, ¿se salvará el hombre aunque la barca se hunda?...

Perryman.-                 

   Hay libros sobre el fútbol tan admirables que, leyéndolos, nunca se podrá pensar que la  invención del fútbol no valió la pena. De uno de ellos, 'El fútbol a sol y a sombra' de Eduardo Qaleano (Siglo XXI de España Editores, 1995) he hablado muchas veces y, si Polloe no acude pronto a mis demandas, pienso hacerlo más. Otro, es éste que ahora traigo bajo el brazo, 'La filosofía del fútbol' de Mark Perryman (Edhasa, 1999). Como subtítulo lleva la idea de una confrontación atractiva: 'Patadas y pensamiento' y, en sus páginas, la formación de un 'dream team' fantástico. De portero, con el número 1, naturalmente, Albert Camus (1913-1960), y no sólo porque jugó en ese puesto de verdad, sino porque la filosofía del portero ante el gol le marcó como escritor, aunque sea mayor, y más profundo el desconcierto del jugador  encargado de tirar el penalti y falla, que de esto sabrá contarnos mejor, sin duda, ése que tuvo en sus botas la salvación y vio que también la crueldad tiene alas. Coloca Perryman con el número 2, a Simone de Beauvoir (1908-1986); con el 3,a Jean Baudrillard (1929), con el 4, a William Shakespeare (1564 -1616); con el 5, a Friedrích Nietzsche (1844-1900); con el 6,a Ludwig Witgenstein (1889-1951); con el 7, a Oscar Wilde (1854-1900); con el 8, a Sun Zi (500 a.C.); con el 9, a Umberto Eco (1932); con el 10, a Atonio Gramsci (1891-1937), y, ton el 11, a Bob Marley (1945-1981). De cómo se portan estas once figuras en el estadio, lo sabrá quien se decida a abrir el libro y leerlo. Escojo, no sé por qué, de sus expresiones futbolisticas, quizás la más insustancial, la escrita por Wilde: 'El fútbol es un Juego excelente para, chicas rudas, pero no resulta muy indicado para chicos delicados'. Silba el árbitro. Finaliza el primer tiempo.                 

12- VI - 07