miércoles, 23 de febrero de 2011

Jardines


   
   Dado el auge actual dé la novela histórica, es fácil prever que no tardará en salir a los escaparates de las librerías, la obra ' Asesinato en el Santuario', que puede ser que alguno crea, a partir de lo que el titulo sugiere, que se trata de mía novela, pero que no. Las presentes circunstancias, con 'tiroteos fortuitos' incluidos según Ia versión más edulcorada (y que quiere ser edulcorante también) en la voz del embaucador oficial a quien le distingue un peculiar sentido lexical, dan pie para todo tipo de componendas ante un hecho que los más ilusos del cotarro, daban ya en creer que se podría dar término. Se ha tratado, evidentemente, de quitarle hierro al asunto, equivocándose plenamente al tratarse de un negocio de plomo, cuando hasta las palomas de pasa saben que es el plomo lo que, en definitiva, mata. Ya que, de jardines pretendo escribir en esta ocasión, comience pues, la ronda, con el jardín de los asesinatos que no tienen fin, que es como 'la historia interminable' pero no precisamente de Ende; y cuando, por detrás de zarzas y arbustos, asoma de nuevo el dinosaurio, no precisamente el de Monterroso. 



De la memoria - 



   Una de las más horrendas enfermedades de la actualidad es la de la desmemoria. Quien quiera percatarse basta que baje a su pabellón. En el pasillo hay una puerta que da al sótano. Sin más motivo, estimulado por las fuerzas de su propia creatividad. Dino Buzzati tuvo la idea de dispar una casa de salud. A la muerte le gusta andar con paso de monstruo pesado y obsceno, de animal piesplanos que arrastra su falta de concavidades en la planta, que camina en balanceo grotesco, y para ello, lo único que se le propicia es la bajada, nunca la subida. Dino Buzzati comienza pues, a llenar su hospital desde la planta superior, reservando la parte alta para los que pueden soñar, todavía. De la memoria, los que menos saben, son los que la perdieron, aunque, en realidad, son los que más debieran saber puesto que son los más inmediatos testigos de su propia desgracia, pero es que ésta es, precisamente, la maldad añadida de esta enfermedad de la desmemoria. Abro pues esta gaveta de la Memoria a espuelas de haber leído, por vez primera en mi caso, que por ahí, por no sé qué parte del alfoz de esta ciudad de San Sebastián, algún poeta (frustrado o no tanto), ha dado en llamar a un lugar ' Jardín de la Memoria'. Temo mucho, lo confieso, a los que, saliéndose de su terreno o profesión, dan en invadir otros no tan pertinentes a su condición, y más aún, a los que, cautivados por una especie de espejismo mental, sueñan que están en posesión de una idea más o menos poética y quieren implantarla en sus realizaciones, de todo lo cual se pueden presentar, a poco que nos pongamos a revisar, convincentes modelos. A mí, la verdad, un jardín y un peral de ese jardín me dejaron un embeleso que aún me perdura. Y, también, ¿cómo olvidarme de aquél de los Finzi-Contíni del que nos habló Bassaní?... 



De la soledad.- 



   Aunque ha sido enfermedad de siempre (recuérdense los -un tanto crípticos por excesivamente barrocos- versos de un tal Luis de Góngbra y Argote en su personalísima versión de 'Las Soledades', así como a su Lope lopillo Coprotagonista de la más memorable agarrada entre genios del Siglo de Oro, y que a sus soledades iba y de sus soledades venia enhebrando mientras tanto soliloquios versados en la doble acepción de la palabra), fue mérito indiscutible de una editorial (Seix Barral, Biblioteca Formentor), sin duda la más atrayente en títulos por aquellos tiempos, la que nos ofreció la degustación de la soledad más angustiosa y que hizo boom en nuestro cerebro y en la de todos los coetáneos hasta el punto de ser, aún hoy, seguramente, la más mentada y comentada. Era el año 1962, y hacía ya tres que había aparecido en su versión original inglesa la novela "La soledad del corredor de fondo' de Alan Sillitoe (Nottingham, 1928) en la que se ponía en boca de un muchacho del Borstal (establecimiento penitenciario para jóvenes), Smith, la expresión en primera persona de una rebelión íntima superior a la de Lucifer y sus huestes angélicas con el 'non serviam' del. esclavo que aparenta serlo y borbota en soberbias ebullescentes pero tan silenciosas porque barbota y masculla hacia los adentros, palabras que germinan en el aire y hacen que las piernas no anden, que se muevan en una artesa de pasos de algodón que no andan, que de lo que se trata es de no ganar, que pase el zanguango de Gunthorpe con su resuello de pulmones jeringados mientras yo pienso en la carrera que he ganado y su premio, el trabajo de seis meses en servicios de limpieza y de cocina más cochinos en el Borstal que se me echa encima pero no puede conmigo. Vino luego (o, también, que el juego de los tiempos no lo domino) la soledad del portero ante el penalti, una entelequia idiota del que sí juega para ganar, hay que ser imbécil, y la otra soledad, dicen que más recia, la del condenado a una bala que lleva su nombre y no puede desviarla en historias varias que van desde un escenario de trincheras a los fosos con Mata Han como sublime modelo y el tiro en la nuca, recurso siempre presente^ y no quiero referirme más particularmente a 'la soledad del juzgador' otro título preclaro con ambiciones de bestseller. Muchas, en verdad, estas soledades que ya me doy cuenta de que estoy incurriendo en antinomia (o no sé si estaría mejor dicho antonimia), es decir, soledad y compañía, que acaso es del género que, durante cinco años, parece haber catado Ingrid Betancourt en los Jardines de las FARC, allá por la selva colombiana y de todo lo cuál habla con claridad un video abominable, y en donde parece ser que se dice que' vivimos muertos', que, desgraciadamente, tiene visos de no ser antinomia. 



De la esperanza.- 



   ¿Y quién me rediseña a mí la que creo que es injusticia de haberme arrojado a este Valle de Lágrimas, que no lo digo yo sino la Salve Regina, Mater Misericordiae, nada menos? La esperanza es, obviamente, el nuevo diseño de Salvación que se puede otear leyendo (aunque sólo sea la sinopsis periodística) del nuevo texto de Benedicto la encíclica 'Spe Salvi'. 'In illo tempore' (el pasado se nos va haciendo cada vez más lejanamente pasado) Juan Pablo II casi, casi, llega a decimos que eso del infiemo es una filfa, y, sin llegar a ello, lo sitúa allí, en un indeterminado lugar, en sólo un lugar. Pero, vuelve Benedicto XVI a la carga y remacha que sí (el corporativismo tiene vigencia hasta entre los Papas), que es un lugar, pero un lugar de castigo. Menos mal que, en medio de sus profundas cogitacionés teológicas, le gana su espíritu lírico y encuentra para los jardines de la eternidad, símiles tan mixcibles como inmersión o sumersión en el magma divino. En verdad, me digo, los senderos de la Iglesia siguen siendo tan inescrutables como encantadores. 

4 - XII - 2007

En penumbra


                                                                                                      
   Aquel peruano "indigenista* llamado Ciro Alegría (1909-1967), aparte de escribir de 'perros hambrientos', nos dijo también que 'el mundo es ancho y ajeno'. No tengo aquí suficiente sitio para decir por qué creo yo que lo dijo, ni por qué alguno de sus personajes -Rosendo Maqui y la comunidad de Rumi, entre otros- tenían sus excelentes razones para asi pensarlo. Lo que vengo a decir, simplemente, es que, cada vez más, el mundo va perdiendo anchura, y que, cada vez, también, nos va pareciendo menos ajeno. Con la tenue luz invernal con la que el nuevo año se nos abre, se hace notar pese a todo, a modo de penumbra, un juego de sombras donde alientan fantasmas varios tan rotundos que sentimos hasta el roce de sus sábanas. Mejor decir, por lo tanto, con el clásico latino, que nada humano nos es ajeno. Y, hasta lo inhumano de los humanos, como tantas veces, y tan dolorosamente, ocurre. 



La belleza del diablo.- 


   La penumbra del euro puede haber ayudado a colocarnos ante el caos económico. Y es que parece como que el personal no sabe con qué está tratando. Algo como aquello del 'triunfo del diablo'. El valor del euro ha quedado como en el limbo como algo gaseoso, poco corpóreo, y si alguno de los muchos que pasan por pobres por esas calles alarga la mano y sé le da un euro, habrá ocurrido un fenómeno singular: ninguno de los dos, ni el limosnero ni el mendigo habrán quedado satisfechos, víctimas los dos de la misma miseria: la de que el euro vale tanto y tan poco que da grima usarlo. Hace poco se habló del problema a la hora de dar propina, es decir, de cuando se es generoso o se es tacaño, ¡sublime misterio!. Pero lo cierto es que todo está más caro, es decir, sube el poder del euro y menos se puede comprar con él, y cada uno usa una medida distinta para subir los precios con lo que aumenta el caos, y lo que se nota es, solamente, como un frenesí de subida, como si nadie pidiera mantenerse en zonas estables: Se diría que es el veneno del euro, equivalente a ese triunfó del diablo del que tanto sabían -y pese a todo se rendían-, los eremitas del yermo, los que se marcharon a la vieja Tebaida para huir del mundo y de sus pompas y vanidades. De 'la belleza del diablo' nos dijo unas cuantas cosas, sublimemente artísticas en la forma y en el fondo, es verdad que todas anteriormente sabidas, aquel viejo cineasta llamado René Clair en un fílme que dió a conocer por el año 50 del pasado siglo, con ayuda del Mefístófeles de Goethe y con la, diría yo, delicuescente personalidad actoral de Geraird Philippe, pero el triunfo' del diablo va más allá, que habría que citar aquella vieja tabla sujeta por clavo oxidado y colgado en la pared de algún eremitorio de la vieja Tebaida, aquello tan chestertoniano y determinante de que 'el triunfo del diablo consiste en hacer creer que no existe ' con lo que tuvo campo libre. Igual que en el caso de la belleza del euro. Tan poderosa moneda en apariencia y, cada vez, de más flacas posibilidades. 



El danés.-  


   Tampoco nos olvidemos de la belleza del danés. Allá por Copenhague nació el llamado Sören Kierkegaard (1813-1855); y aquí, por Bilbao, un tal Unamuno (don Miguel para más señas, 'y Jugo' por parte de madre) (1864-1936). Y, dícese que se dice -y creo yo que se trata de un decir angélico, es decir, desprovisto de corporeidad y lleno de espíritu legendario, que este señor de Bilbao dió en ponerse a estudiar el danés para poder leer los papeles que iba escribiendo Kierkegaard, que de ser verdad semejante propósito (gran despropósito para mi, si así fuera), lo consideraría yo una simpleza nada más de un señor que, aun siendo de imprescriptible seriedad y admirable su obra en general, concedió no obstante algún melifluo respiro a la tontería, a ese fondo juguetón que todos llevamos dentro y nos puede hacer incurrír en levedades o hasta liviandades (valga el agresivo epíteto) impropias, que, para prueba testifical del quijotesco Unamuno transmutado a un ente de lúdieas inclinaciones infantiloides nos bastaría con fijamos en sus aficiones cocotológicas, Y menciono esta supuesta decisión de Unamuno como aprendiz del danés, porque se hace no sólo dificil, sino imposible de creer, que un hombre de semejante calidad intelectual, tan atareado en ir escribiendo una obra magna, entregue su precioso tiempo a ir mascando palabra por palabra los correosos (asi los supongo, al menos) términos del idioma danés, cuando me parece que, aun corriendo con el riesgo del 'traduttore, traditore', sería más pertinente, que ese trabajo de traductor, de inferior categoría que la del creador, se adjudicase a quien se debe adjudicar, es decir, al honorable cuerpo de traductores, que no tengo duda de que los hay de probado rigor y calidad en su ejercicio. Y, entre el euro, el diablo, el Kierkegaard y el Unamuno, es que resulta, acaso, que digo o quiero decir algo más, que digo que acaso no es necesario que salgan a escena, ni Unamimo, ni Kirkegaard, ni el danés, que dice el refranero a veces tan rústico pero a veces tan práctico, que ' en todas partes cuecen habas', y, si no es en plan de turista, para qué hacer viajes a tierras de Jutlandia cuando en penínsulas más Cercanas es posible encontrar iguales o mayores despropósitos so capa de fomentar programas culturales de vertiginosos costos. 



Ventanas cerradas.- 


   Supongo que no importa tanto comenzar bien el año como terminarlo bien, ya que, al fin y al cabo, lo que se busca a través de cualquier ecuación, ya sea algebraica, social, biológica, etc, es el resultado, hasta el punto de que por ahí, por todo el mundo y todos los tiempos, está vigente ese dicho, no sé si maquiavélico, jesuítico, o, simplemente gangsteril o mafioso, pero siempre tan acendrada y perversamente humano, de que el fin justifica los medios. Resulta, acaso, que estos últimos pensamientos de cautiverio existencial, aunque acompañantes perpetuos, se me encienden - " llama viva" de amistad- igual que se avivan los rescoldos, al anuncio de la pérdida de un amigo de siempre y ex-compañero, que me llega por las ondas. Al otro lado, la mensajera, su viuda, a la que siento que le cuesta mantener las palabras sin la consoladora ayuda de algún que otro sollozo. No doy nombres porque, dentro de una plena elegancia de espíritu, el querido amigo ha sabido pasar al otro lado del telón como piensa uno que se debe y quisiera pasar, es decir, sin mácula alguna, sin compañía, él y su bordón de peregrino ante el barquero, sabio hasta el punto de que no ignoraba que la muerte nos quita hasta el nombre, nos deja tan desnudos -más aún que el machadiano hijo de la mar- y tan imbeles que pudiéramos ingresar nuevamente en ese nicho materno del que hace años salimos. Una muerte, al fin, de ventanas cerradas la del querido amigo. Suprema elegancia. 

8 - I - 2008

El salduba



   Fue allí, en un templo gastronómico como era entonces el Salduba, donde nos reunimos en una de las primeras veces. No seguramente en la primera porque para cometer nuestros primeros pecados acostumbramos algunos ir en busca de lugares un poco recónditos, pudor de viejos tiempos por supuesto, quién sabe si un granero en donde poder hundimos a conciencia y salir de él mojados de polvo y paja (se admiten los equívocos doble sentido) como se puede apreciar en películas de lueñe sabor; o, un maizal en noches de luna llena que acostumbra a celestinear amoríos tanto impúberes como senectos a costa de que esa hojas gladio de los maizales, lanceoladas, nos sierren la cara y amanezcamos como un último apache con colores de guerra ni siquiera como en el caso de James Fenimore Cooper, de aquel ilustre algonquino que fue el mohicano que se nos posa desde las entrañad de la indiada norteamericana, por primera vez acaso el Manhattan neoyorquino en páginas de novela de pradera antes de que el ladrillo creciera tan pujante y ambicioso como dioses sobre sus calles en perenne sombra. 



Cincuenta años hace.- 


   El Salduba, pues, fue una de sus primeras cunas y el escenario de aquella cena me alancea la memoria a cincuenta años vista, cuando me parece hallarme ante su extinción. Se muere, creo, un invento (no sé si también un viento) que ha durado cincuenta años, lo leo en el periódico. Medio siglo de ir mirando, año tras año, cómo va sucediendo todo, de qué manera nuevas generaciones han ido aferrándose al viejo juguete; de como si en los primeros años ocupó páginas privilegiadas de la prensa diaria luego se fue pediendo esa dedicación entrañable y con esa disipación sobrevino una cierta apatía; de qué manera periodistas de raza y de oficio y de vocación que ocupaban preeminentes lugares se disputaban la preferencia; de cómo los ilustradores de esos relatos no afilaban ya sus lápices y lodo iba tomando un color lamentablemente anodino al no disponer de lo mucho que con esos dibujos y con su imaginativa se gana; y, en alas y aras de este proceder, todo fue derivando a un costumbrismo que siempre es un fenecer, que habrá que reconocer que la costumbre nos aduerme los impulsos, nos atrofíalos ánimos y todo se queda en la situación de ese bamboleo que se me centre cielo y tierra, algo como un espantajo sobre el que ejercen sus actos de ludibrio los pájaros del cielo, de esos que se dijo que no reparan en trojes, y para qué, si el celeste Padre de todos les alimenta. 





El epicedio.- 


   No hay duda de que se está procediendo a unas exequias y esto que voy escribiendo, para mí al menos, es un epicedio. Seguro que de nada vale lamentarse cuando de cosa terrena estamos tratando, y así lo atestiguarán en alguno de sus escritos de acendrado rigor místico, maestros como el Kempis o Eckhart, sumos sacerdotes de las disciplinas disciplinantes más arduas y crueles, pero en lo que a mí concierne, al menos, la película ha llegado a su fin, y por eso vuelvo a recordar alguna de aquellas primeras reuniones en Salduba, una cena entre amigos, tres directores de los tres periódicos locales entre los componentes del Jurado (Juan María Peña, Jesús Revuelta Imaz y Carlos de la Válgoma), dos amigos de verdad (que lo fuimos Femando Bandrés y quien esto escribe y en cuyas aficiones literarias floreció la idea) y el sexto (que nunca el último) personaje. Femando Orlando, sin cuya habilidad extrema de organizador y su vehemente optimismo en llevar adelante propósitos de todo tipo, nada hubiera salido a flote. Con él y en él, al mismo tiempo que hablo de un óbito, como me parece que lo es ya, del Concurso de Cuentos Ciudad de San Sebastián que, a sus cincuenta años pasa, no sé si a mejor o a peor, pero sí a otra vida, resurge uno nuevo, el de' Vivencias ", que como el anterior, surge de una humilde floración y no sabemos en qué parará todo. Por hoy basta recordar al Salduba, un restaurante de prestigio situado en el laberinto de las viejas calles donostiarras, en ésas sobre las que cualquier forastero nos pide las señas de situación y de identificación y se las procuramos solícitos, lugares de buen comer cuando todavía no se había producido ese discutible boom que todos conocemos aunque sí había dos o tres catedrales, al menos, en los que el buen yantar propiciaba encuentros y acuerdos de cuantía. Todo ello, allá por la década de los cincuenta del pasado siglo, con el veneno de la tinta al que éramos tan adictos. 



Las lenguas.- 


   No sé si me es lícito hablar de la lengua y si, en salsa por supuesto, era uno de los platos que figuraban en el menú del Salduba, aunque creo que no. Pero me sirve a mí, al menos, para enhebrar una pequeña excusa de referencia común cuando la lengua, por tantas razones, ha salido a la palestra estos días, que, para empezar, vale la airada palabra de Don Juan Carlos de Borbón en la Jomada de clausura de la XVII Cumbre Iberoamericana, que, ignorante como soy y estoy de los tratamientos entre magnos no dejó de sorprenderme ese '¿Por qué no te callas?', que oí que le decía al vocinglero y bravucón, y que ya no oí más porque el púdico televisor escenificó otra cosa, tuteo que, díceme un amigo que es usual entre los reyes desde luengas edades, que, en principio, estoy en contra del tuteo porque elimina distancias cuando tan conveniente es mantenerlas, que si yo tuteo a cualquiera, cualquiera me puede tutear a mí y esto puede llevamos a situaciones desagradables, que la halitósis del tuteo puede hacemos dificultosa la convivencia. 

   De otras lenguas en jaque estos últimos días, pudiéramos elegir, por un ejemplo, la lengua azul de las ovejas, la lengua amarilla de los chinos, la lengua verdiblanquiroja de los eúskaros, etc, que, con la azul de las ovejas, transitamos transversalmente aunque transitoriamente fuere, por el angosto desfiladero del silencio más o menos cobarde de los corderos, que de eso sabemos mucho por estos pagos donde tanto se oye el balido, que la vida se nos tomó áspera y hostil oyendo nuestro propio' ¡Beeee...!', que ese' ¡Beeee...!' conjunto es el de la resignación tan onerosa y balando ese miserere es como se camina ciertamente hacia el matadero; y seguimos hablando de la lengua china que dicen que algunos, no sé si llamarlos curiosos opusilánimes o ambiciosos, fieramente se entrenan porque piensan que hay que mirar hacia adelante y creen en el porvenir que de tan amarillo color se presenta; y pienso que me queda aún por decir breves palabras sobre esa otra lengua en la que seguramente oí la primera nana, que me cuesta imaginar quién me la pudo cantar cuando tan inicuamente cerrados hemos sido todos en la familia a musiquillas y salmos, lengua que contrariamente mira hacia el pasado y tratan algunos de que repuje en nuevos brotes aunque sea a latigazos, que todo les llegará á los más jóvenes de la tribu si de esta guisa siguen las cosas!..

12 - XI - 2007