miércoles, 23 de febrero de 2011

En penumbra


                                                                                                      
   Aquel peruano "indigenista* llamado Ciro Alegría (1909-1967), aparte de escribir de 'perros hambrientos', nos dijo también que 'el mundo es ancho y ajeno'. No tengo aquí suficiente sitio para decir por qué creo yo que lo dijo, ni por qué alguno de sus personajes -Rosendo Maqui y la comunidad de Rumi, entre otros- tenían sus excelentes razones para asi pensarlo. Lo que vengo a decir, simplemente, es que, cada vez más, el mundo va perdiendo anchura, y que, cada vez, también, nos va pareciendo menos ajeno. Con la tenue luz invernal con la que el nuevo año se nos abre, se hace notar pese a todo, a modo de penumbra, un juego de sombras donde alientan fantasmas varios tan rotundos que sentimos hasta el roce de sus sábanas. Mejor decir, por lo tanto, con el clásico latino, que nada humano nos es ajeno. Y, hasta lo inhumano de los humanos, como tantas veces, y tan dolorosamente, ocurre. 



La belleza del diablo.- 


   La penumbra del euro puede haber ayudado a colocarnos ante el caos económico. Y es que parece como que el personal no sabe con qué está tratando. Algo como aquello del 'triunfo del diablo'. El valor del euro ha quedado como en el limbo como algo gaseoso, poco corpóreo, y si alguno de los muchos que pasan por pobres por esas calles alarga la mano y sé le da un euro, habrá ocurrido un fenómeno singular: ninguno de los dos, ni el limosnero ni el mendigo habrán quedado satisfechos, víctimas los dos de la misma miseria: la de que el euro vale tanto y tan poco que da grima usarlo. Hace poco se habló del problema a la hora de dar propina, es decir, de cuando se es generoso o se es tacaño, ¡sublime misterio!. Pero lo cierto es que todo está más caro, es decir, sube el poder del euro y menos se puede comprar con él, y cada uno usa una medida distinta para subir los precios con lo que aumenta el caos, y lo que se nota es, solamente, como un frenesí de subida, como si nadie pidiera mantenerse en zonas estables: Se diría que es el veneno del euro, equivalente a ese triunfó del diablo del que tanto sabían -y pese a todo se rendían-, los eremitas del yermo, los que se marcharon a la vieja Tebaida para huir del mundo y de sus pompas y vanidades. De 'la belleza del diablo' nos dijo unas cuantas cosas, sublimemente artísticas en la forma y en el fondo, es verdad que todas anteriormente sabidas, aquel viejo cineasta llamado René Clair en un fílme que dió a conocer por el año 50 del pasado siglo, con ayuda del Mefístófeles de Goethe y con la, diría yo, delicuescente personalidad actoral de Geraird Philippe, pero el triunfo' del diablo va más allá, que habría que citar aquella vieja tabla sujeta por clavo oxidado y colgado en la pared de algún eremitorio de la vieja Tebaida, aquello tan chestertoniano y determinante de que 'el triunfo del diablo consiste en hacer creer que no existe ' con lo que tuvo campo libre. Igual que en el caso de la belleza del euro. Tan poderosa moneda en apariencia y, cada vez, de más flacas posibilidades. 



El danés.-  


   Tampoco nos olvidemos de la belleza del danés. Allá por Copenhague nació el llamado Sören Kierkegaard (1813-1855); y aquí, por Bilbao, un tal Unamuno (don Miguel para más señas, 'y Jugo' por parte de madre) (1864-1936). Y, dícese que se dice -y creo yo que se trata de un decir angélico, es decir, desprovisto de corporeidad y lleno de espíritu legendario, que este señor de Bilbao dió en ponerse a estudiar el danés para poder leer los papeles que iba escribiendo Kierkegaard, que de ser verdad semejante propósito (gran despropósito para mi, si así fuera), lo consideraría yo una simpleza nada más de un señor que, aun siendo de imprescriptible seriedad y admirable su obra en general, concedió no obstante algún melifluo respiro a la tontería, a ese fondo juguetón que todos llevamos dentro y nos puede hacer incurrír en levedades o hasta liviandades (valga el agresivo epíteto) impropias, que, para prueba testifical del quijotesco Unamuno transmutado a un ente de lúdieas inclinaciones infantiloides nos bastaría con fijamos en sus aficiones cocotológicas, Y menciono esta supuesta decisión de Unamuno como aprendiz del danés, porque se hace no sólo dificil, sino imposible de creer, que un hombre de semejante calidad intelectual, tan atareado en ir escribiendo una obra magna, entregue su precioso tiempo a ir mascando palabra por palabra los correosos (asi los supongo, al menos) términos del idioma danés, cuando me parece que, aun corriendo con el riesgo del 'traduttore, traditore', sería más pertinente, que ese trabajo de traductor, de inferior categoría que la del creador, se adjudicase a quien se debe adjudicar, es decir, al honorable cuerpo de traductores, que no tengo duda de que los hay de probado rigor y calidad en su ejercicio. Y, entre el euro, el diablo, el Kierkegaard y el Unamuno, es que resulta, acaso, que digo o quiero decir algo más, que digo que acaso no es necesario que salgan a escena, ni Unamimo, ni Kirkegaard, ni el danés, que dice el refranero a veces tan rústico pero a veces tan práctico, que ' en todas partes cuecen habas', y, si no es en plan de turista, para qué hacer viajes a tierras de Jutlandia cuando en penínsulas más Cercanas es posible encontrar iguales o mayores despropósitos so capa de fomentar programas culturales de vertiginosos costos. 



Ventanas cerradas.- 


   Supongo que no importa tanto comenzar bien el año como terminarlo bien, ya que, al fin y al cabo, lo que se busca a través de cualquier ecuación, ya sea algebraica, social, biológica, etc, es el resultado, hasta el punto de que por ahí, por todo el mundo y todos los tiempos, está vigente ese dicho, no sé si maquiavélico, jesuítico, o, simplemente gangsteril o mafioso, pero siempre tan acendrada y perversamente humano, de que el fin justifica los medios. Resulta, acaso, que estos últimos pensamientos de cautiverio existencial, aunque acompañantes perpetuos, se me encienden - " llama viva" de amistad- igual que se avivan los rescoldos, al anuncio de la pérdida de un amigo de siempre y ex-compañero, que me llega por las ondas. Al otro lado, la mensajera, su viuda, a la que siento que le cuesta mantener las palabras sin la consoladora ayuda de algún que otro sollozo. No doy nombres porque, dentro de una plena elegancia de espíritu, el querido amigo ha sabido pasar al otro lado del telón como piensa uno que se debe y quisiera pasar, es decir, sin mácula alguna, sin compañía, él y su bordón de peregrino ante el barquero, sabio hasta el punto de que no ignoraba que la muerte nos quita hasta el nombre, nos deja tan desnudos -más aún que el machadiano hijo de la mar- y tan imbeles que pudiéramos ingresar nuevamente en ese nicho materno del que hace años salimos. Una muerte, al fin, de ventanas cerradas la del querido amigo. Suprema elegancia. 

8 - I - 2008