lunes, 7 de febrero de 2011

Sentarse



Resumiendo, me parece haber entendido que el Tribunal Supremo, en su último pronunciamiento, no considera delito sentarse con quien sea, lo que creo que puede ser como una exoneración de cargos para ya sé yo quiénes, pero que poco nos importa a los sedentarios por naturaleza que, a pesar de todo,- sabemos siempre con quiénes nos sentamos por aquello de que mejor es que duelan posaderas que vergüenzas. Como mínimo, por elegancia propia y sanidad mental que deben de cuidarse. De lo que no se habla en el dictado de ese superior tribuna!, vengo a inferir, es, si sentarse es cosa de nalgas o de estómago, de la misma manera que pienso que la nausea es más bien cosa mental que ventral que es el más importante asuntó a tratar, llegada que fuera la hora de sentarse. Dé todas formas, conocida la nueva de que es posible reunirse con cualquiera sin conculcar ley alguna, yo no sé porqué se me vino a las mientes (que es el enigma de los enigmas de ese común problema de la asociación de ideas) los detalles de aquel famoso pasaje de Anastasio II, Papa al que puede allegarse uno sea desde la política como desde la literatura como se verá, una imagen de alguien a quien el diálogo y una actitud concesiva, que supongo que será por diferencias de mentalidad de época, le llevaron a lugar poco recomendable y menos aún siéndose Papa, que fueron las gentes de su credo los que le condenaron a ese sitio abominable, cuyo verdadero nombre aterroriza desde el primer atisbo de las religiones. 



Listado de Papas.- 



Vengo a recordar que, al menos, hay un Papa en el infierno y no me refiero al que mayormente muchos piensan, que hay una distancia de unos mil años entre aquel en el que pienso y en el que mayoritariamente se piensa. Entre los muchos Papas no modélicos, que no es cosa de citar aquí el verso escatológico que a todos nos iguala, hay varios en quienes pensar, que injustamente, antes de empezar a repasar la lista, se nos para el fiel en aquel superpontifex de la familia primitivamente originaria de Aragón afincada luego en Valencia de los Borjas convertidos en Borgias según fueran nombrados o" fechos al itálico modo' como en el invento sonetil de Boscán a partir de su establecimiento en Italia, un Papa que no era el primero de su dinastía que el nepotismo tiene raíces seculares en el árbol genealógico del Papado y que, entonces, más que nunca, funcionaba. Y, Papa que, a pesar de lo que pudiera pensarse a posteriori, era, acaso, el más idóneo y pertinente de los que se pudieran buscar para la brillantísima época del Renacimiento, que no estoy tratando de hablar, repito, de Alejandro VI cuando hablo de la locación infernal de un Papa que quizás haya más de los que pensamos si nos ponemos a averiguar hechos y señales de muchísimos de ellos, una investigación de sorprendentes resultados en los que uno bien puede darse de bruces hasta con el "más malo' así denominado por un gran número de historiadores, aquel Octavio de Tucuslum quien se hizo notable por sus costumbres de mala vida orgías incluidas y que, bajo el sobrenombre papal de Juan XII, ocupó el solo pontificio desde 955 a 963, un tiempo germinal para que aflorase, incontenible, el gran edema que le salió a la cristiandad y que se conoció como el problema de las investiduras, es decir, la intromisión en el nombramiento de cargos eclesiásticos por parte de los poderes públicos y contra cuyo problema luchó incansable, el monje llamado Hildebrando que luego se convertiría en Gregorio VII y que tan destacado lugar ocupa en la Historia de la iglesia, viejos recuerdos gozosos de Historia de la iglesia éstos por mí rememorados y que los acogí en el tercero de bachillerato, creo que en el año 40 de gracia o de desgracia, de victoria o de derrota según el perfume que cada uno pueda evocar y bajo el plan de Ibáñez Martín, largo plan de estudios de segunda enseñanza que no por ello denigro sino muy al contrario que estudiar siempre me ha resultado gratificante y gustoso ejercicio. 



Alighieri.- 



Allá por el año 52 del pasado siglo, un novelista francés, Gilbert Cesbron (1913-1979) nos dijo de qué manera "Los santos van al infierno", que era por el tiempo en que los curas se decidieron a vivir con obreros y como obreros, y quien lea esa novela sabrá por qué y cómo les pudo parecer infierno ése modo dé vida. Pero otro es el caso, evidentemente, de Anastasio II, que si fue al infierno fue de muy distinta manera, lo que no fue obstáculo para que se le santificase, aunque ha de sumarse igualmente a la relación, el detalle nivelador de que todos los primeros Papas fueron ornados con esta honrosa distinción. Repito pues, que al menos, parece que hay un Papa enterrado en el Infierno, que nos lo dice el más conocido cronista de esos tugares, aquel florentino conocido como Dante Alighieri (1265-1321) que tuvo la manía de escribir, preferentemente, en verso, En el dolce stíl nuovo' si de cantar a su amada Beatriz se trataba trabando poesía y prosa en líricos conceptos, y en tercetos encadenados si de cantar la divina comedia' acometía, que hay que ir a su undécimo canto para encontramos con ese pasaje que ha dado lugar a variadas interpretaciones, fundamentándose alguna de ellas en si equivocó Alíghieri a Anastasio II Papa (496-498) con Anastasio I, Emperador (491-518), que es fácil de entender la confusión a mil años vista cuando ambos a dos, Papa y Emperador, pertenecen a la misma época. Haya o no equívocos, lo cierto es que Anastasio II y Fotino están incursos ambos en el terceto a que aquí se alude 'D'un grande avello, ov'io vidi una scritta/ Que diceva: Anastasio papa guardo./ Lo qual trasse Fotín della vía dritta. lo que, traducido al castellano, en tercetos también, por el bonaerense Bartolomé Mitre (1821-1906) (acaso no tan buen poeta como seria de desear), viene a decir y dice, que (Aqui el papa Anastasio está enterrado,/a quien desvió Fotín de su camino.' Este epitafio estaba allí grabado}. que se quiere hacer ver que es este tal Fotín o Fotino, obispo de Sirmio, que se mantuvo en la herejía de reconocer solamente una de las dos naturalezas de Jesucristo corno lo mantenían los componentes de la secta de los monofisistas, y que se sentó junto a Anastasio en abierto diálogo para tratar de esta disidencia lo que le acarreó al Papa el descontento de aquella su gente interesada en problemas teológicos, una sentada a dos nalgas que puede ponerse en duda si se coteja bien el calendario, pero que, a pesar de todo, ya se nos indica desde la anécdota, y aún quizá también o mas desde la categoría, de lo nauseabundo que puede resultar el sentarse con cualquiera, máxime cuando en esa sentada transita una componenda indecente e injusta, que será verdad, como acaba de dictar el Tribunal Supremo de que no hay delito alguno en sentarse con quien sea, pero al menos yo creo que, por dignidad propia, uno debiera de cuidar, escrupulosamente, con quién.