lunes, 7 de febrero de 2011

El polígrafo





Cuando hace unos cuantos años fui desahuciado a píe de quirófano y vi que el equipo médico que me asistía trataba de convencerme de que el pijama que en aquel momento llevaba era mi mortaja, solté para mí mismo y para los que me rodeaban, una de esas frases que, cuando sale de la boca, de un personaje ilustre o ingenioso (que bien sé que no era el caso) gustan de recogerla los coleccionistas. Digamos, por un caso, como el llamado Werner Fuld (Heidelberg, 1947), que en su libro "Diccionario de últimas palabras' (Seix Barral, 2004) recoge nada menos que las pronunciadas por unas 700 personas, frases curiosas algunas, iconoclastas otras, reveladoras de gran sentido del humor en ocasiones, malabarismos de ideaciones, de temores, sentimentalismos, aburrimiento del vivir, resignaciones, patetismos, toda una cohorte de inseguridades que vamos alastrando desde que somos expulsados del refugio uterino y empezamos a nadar contracorriente en la vida, Y viene a cuenta lo dicho porque entre esos setecientos, encontré mi frase gemela, la de un personaje que, en idéntico trance, dijo las mismas palabras que yo, con la única diferencia de que las suyas venían bien envasadas en idioma inglés, mientras que las mías en castellano. 



Sterne.- 

A todo esto habrá llegado la hora de decir, creo, que el personaje en cuestión, fue el autor de "Vida y opiniones de Tristam Shandy" (de cuya versión cinematográfica se hizo eco no sé cuál edición del Festival Internacional de San Sebastián),' Viaje sentimental", " Sermones de Mr. Yorick', etc, un sujeto de humor variopinto y de ironía vitriólica en ocasiones, gran observador y recreador de personajes, dotado de un pulso de novelista con adelantos de futuro y de compleja vida sentimental. Y, dígase también ya que tanto en su caso como en el mío, en el trance supremo de despedirse de la vida y adentrarse por un lugar que se parece mucho al que Cernuda describe como "donde habita el olvido,/ en los vastos jardines sin aurora;/ donde yo sólo sea/ memoria de una piedra sepultada entre ortigas/ sobre la cual el viento escapa a sus insomnios", en el hall de ese lugar, nada terrible por otra parte, un silencio de blancura de sábanas y blancura de paredes como para poder decir que la muerte es blanca, él, Sterne, y yo, vinimos a decir la vulgar pero pulida frase de "Hasta aquí hemos llegado', que ocurre a veces, corno en este caso, que no se acierta. 



Don Marcelino.- 




¿Se acertará, por el contrario, cuando como ahora parece que ocurre, abordo de la nave gubernamental, a pesar del empalletado que se supone que la protege, parece que se sienten frías ráfagas que tanto les incomodan, y aquel entusiasmo de otros tiempos aunque cercanos por un llamado proceso de no sé que va menguando y a la vista de un futuro no tan halagüeño como se pensaba, empiezan a notarse síntomas de echar el freno y quién sabe si también marcha atrás, y parece como sí solo faltara que el capitán viniera a decir lo que Sterne y yo dijimos en tan definitivo momento?. Todo lo cual me lleva a considerar la oportunidad de ponerles a algunos para ver cuánto han mentido, ante ese instrumento de rabiosa actualidad televisiva en la que se ha convertido el llamado polígrafo que para evitar dudas viejas generaciones que lo conocen con otro significado, habrá que describir de qué no se traía; es decir, de que, ante su mención, nadie ha de pensar que de historias de heterodoxos, de ideas estéticas, de la ciencia española, etc, etc. Como ya se sabe que los huesos son la materia más resistente del mundo y si no que se lo pregunten a los de la "Memoria Histórica', incansables excavadores de tumbas, se piensa que los de don Marcelino habrán sentido en su sepulcro, claro está, su inevitable quebranto, una conmoción, un como temblores de calcio que suena a fricciones de secos goznes de fantasmas, el estremecimiento de sentirse confundido por ser llamado y quedarse a medio oír confuso, rascándose el colodrillo., igual que el duro muy duro de oído' que, al escuchar el aviso en el que se le nombra no sabe a qué carta quedarse. En realidad, ese despojo nominativo de una máquina apoderándose de un noble calificativo humano no es de ahora mismo, que el polígrafo que ahora está tan de moda ya había hecho acto de presencia hace mucho, dícese que primero en las comisarías de policía y casi al mismo tiempo en cualquier lugar donde hiciera falta un extractor no sé bien si de verdades o de mentiras, que tampoco se sabe bien para qué menesteres se usa, si para las primeras o las segundas, 



El de la cicuta. - 



Lo de Menéndez Pelayo pues, considerado como el polígrafo por antonomasia en toda la literatura española como añadido imprescindible de su nombre de pila y sin cuyo aditamento quedaba cómo desnudó dé oros y oropeles (que en definitiva viene a ser lo mismo), ha de tomarse como recuerdo, como anécdota histórica nada más. No hay duda de que, por los tiempos en que el sabio santanderino escribía y escribía y no paraba de escribir sobre iodo lo habido y por haber en competencia sañuda, por un suponer, con 'la memoria histórica"(aquí sí) de "E1 Tostado' (Alonso de Madrigal 1400-1455), el abulense que entre tantas cosas nos enseñó también que cómo al ome es necesario amar', que tampoco es moco de pavo tal defensas es voz común que había otros muchos polígrafos como siempre los ha habido, maestros y menestrales de la pluma que escribían y escriben de lo divino y lo humano sin vergüenza alguna y mucha osadía, que en estas dos características, al menos, vienen a parecerse ambas clases de polígrafos, los de metal y los de carne y hueso, que acaso es como una distinta forma de entender el arte sublime de aquella mayeútica que nos vino por vía socrática, la parida de las verdades en la que al igual que su madre, la comadrona Faenarete utilizaba manos tintas en sangre y secundinas para recoger a expulsados de úteros, venía él, el de la cicuta, a recoger verdades en una primaria idea de que, ¡oh, ilusos tiempos tantas veces renovados!, se pensaba que el diálogo valía para algo y ahí estaba Platón para corroborarlo. 
   Acaso es que, aquella alharaca de felicidad que pobló ciertas gargantas y proscritas fueron las que no alharacaron, es ya memoria, recuerdo en sepia como los años acostumbran a fijar, y la fúlgida esperanza que, para algunos, entonces surgió, ya es., solamente una niebla que se esfuma, y con la proliferación de polígrafos de hoy en día ocupados sobre iodo en asuntos de cama y sexo (que pienso yo que tenía razón quien en estas mismas páginas decía que con el combustible con que mejor funcionan es con fiemo), es cosa de ir eligiendo personal para irlo sometiendo a sus detecciones y saber de fijo quienes fueron los que mintieron...