miércoles, 9 de febrero de 2011

El sudor

   Desde que nací (1928) hasta ahora, dice la directora del CMPV (Centro Meteorológico del País Vasco) M.M. (Margarita Marín), la temperatura media a píe del Observatorio de Igueldo, ha crecido 0,4 grados. Poca diferencia para tantos sudores que hemos dejado salir por nuestros poros desde aquel ingrato día en el que se nos echó al mundo y que tan injustamente celebrado fue seguramente junto con el bautizo de cristianar. Pero de los temblores y sudores varios que se destilan de una noticia meteorológica como esa, tan amenazante para el futuro que ya se sabe ahora de qué fenecerá la tierra y que parece ser que lo será de puro achicharramiento, campaneando los termómetros la torpe agonía de los pulmones de la vida toda, hay otras temperaturas y sudores que día a día vamos experimentando y de los que hay tanto de que hablar. Veamos... 



Locos.- 

   Algo ha tenido que sudar, todos sabemos quién, para llegar a decir lo que dicen que ha dicho, es decir, que este país está loco. De que país se trata es otra historia, aunque también sabida. Con, lo que vino a decir el iluminado que tal cosa dijo, me quedo yo sin saber a qué carta atenerme, pero sí que se me recuerdan dos obras teatrales de un mismo autor, Rojas Zorrilla (1607-1648), de quien tuve que hablar a botepronto en mi Examen de Reválida de Bachillerato, allá por el 45. Me pregunto yo ahora, al comentar esta frase, que no sé si conviniera o no, hablar del síndrome del iluminado que es enfermedad por contagió!, que en las altas esferas se suele respirar un aire enrarecido y miasmado por virus autistas, que lo sabrían bien, supongo, aquéllos avezados tripulantes de los viajes en globo, montgolfier y zeppelín incluidos, que de parecida manera los veo, viajando en globo, a los que tales frases emiten, que todo consiste en sentarse en un determinado sillón de un determinado lugar y el proceso de alocación empieza a producirse. Si tuviésemos que hacer caso a los loqueros más insignes, caso por ejemplo de Felipe Alfau, gran señor de estos individuos proclives a la desmesura, nos enteraríamos de que son, ni más ni menos, que unos productores de gestos. "Una comedia de gestos' subtitula Felipe Alfau su novela "Locos' (Seix Barra!, 1990), y de locos egregios' ha escrito toda una saga de los Vallejo Nágera, que encontraron ahí su mina de oro temática, que, dejando a un lado a la genealogía de los iluminados y locos egregios, hilamos con la sugerencia de las dos obras antedichas, una de ellas, 'Entre bobos anda el juego', y la otra, Del rey abajo ninguno', que la primera me nace sospechar si no será boberia en lugar de locura lo que la boca del iluminado emitía, y me habla la segunda, de los atisbos de reyezuelo absolutista que pueden albergarse en quien, elevado sobre el pavés por el voto ciudadano, hace de menos declararse ciudadano a secas, que parecidas elucubraciones mentales se me sugerían en mi delirio aí ver a sus congregantes como un solo hombre, bajó un único paraguas en la mañana fría y llena de lluvia, con su medalla de adscripción bien a la vista y sus orondos vientres de estómagos agradecidos testimoniando 'la amorosa cortesía indígena y endógena de la tribu, que, de ver semejante espectáculo, sudaba uno de sudor carmesí que creo que es el del color de la vergüenza ajena. 



Cautivos. - 

   Habla un otro de cautividades y de una empresa que me parece fabulosa aunque también sudorosas la de cautivar a España, que yo; creía que podía ser misión espuria y pecaminosa en quienes por afinidad de pensamiento con el fundador de su secta abominan de esa mención, no sé si más geográfica que política o al revés. Cautivar a España en esta situación a la que se ha llegado, pudiera nombrarse con otro título teatral, "Trabajos de amor perdidos', de origen shakesperiano y de escenario navarro, que lo digo porque en otras kalendas (y por esta vez nada graecas) ya las habíamos puesto en ejercicio no sólo en casas de comer y de figones más o menos ilustres sino hasta en burdeles de lujo o no tanto, que el vascongado que llegaba a la villa y corte allá por los 40, 50, 60, 70, etc, etc, y se adentraba por tales hurdes y antros y proclamaba su ciudadanía vasca con parecido orgullo que el que le exultaba a Paulo de Tarso cuando declaraba su 'civis romanus sum" que le hacía merecedor de derechos indehiscentes a dicha condición y vitaliciamente imprescriptibles, se encontraba como en una especie de grato reconocimiento a una estirpe que sus ancestros habían pulido como aquel acero toledano que en los tercios se afamaba diciéndose de él que, salido una vez de la vaina, nunca volviera a ella si no es con pátina de honra y valentía adquirida fuera, un renombre del tipo vasco a quien le seguía la estela de su palabra empeñada hasta el pleno fulgimiento, que resulté luego que toda esa su estructura y su arquitectura de presuntas honorabilidades embarrancó en el fango que todos sabemos, hasta el punto de tener que hurtarnos del publico hasta en nuestros mismos gentilicios. Dígamelo ahora el tal,si no será empresa sudorosa reconquistar lo tan desastrosamente perdido. 



El tercer día.- 

   "El resurrexit tertia die', reza el Credo, con o sin música de Perosi (1872-1956). El tercer día es, antonomásicamente, el de la resurrección. Resucitar, o, aunque sea resurreccionar, que no es lo mismo, es uno de los más complejos procesos que se puedan obrar, no digo ya en la física sino hasta en la misma metafisica, una alquimia en donde el sudor poltergeist se exuda de modo que hay que medirlo ni por toneladas, ni por ríos sino por mares en esas extensiones de los oasis milagreros a cuyo sancta sanctorum solamente osan penetrar los grandes magos, y en donde, desde la óptica cristiana, pueden figurar en lugar de honor, Betania, Lázaro y el sepulcro de José de Árimatea, referente éste último de la esencia viva del cristianismo, díganselo, si no, al mismísimo Paulo de Tarso. Y, mírese por donde, que parece que estamos en época de resurrecciones. Resucita o resurrecciona (que en esté caso nos damos con un canto en los dientes por cualquiera de las dos alternativas), la Real con la que resucita también, isócronamente, la esperanza de los sufridos futboleros vecinos nuestros. ¡Qué de sudores! Resucita o resurrecciona el concepto y la virtualidad de una España ya en última agonía con la profusión de gentes, de banderas y de una única canción que ha emocionado y electrizado a los que estaban hartos de una tan larga travesía por el desierto y cuando los ánimos estaban bajo cero, aunque nunca hay que olvidar que para resucitar, previamente hay que morir. Y, curiosamente, en esa concentración de multitudes, se ha podido ver 1a sombra, más de resucitado que fantasmal, de un poeta de Hernani, con cuyos poemas se ha enriquecido el hilado de la ¿anterior resurrección. Laus Deo.