viernes, 4 de febrero de 2011

Una frase


¿De qué modo se recibe en España al forastero, ya no de la manera que se solía con los nórdicos en busca de sol de mediados del pasado siglo, arribadas de gentes por medios de locomoción varios, tiempos de paradores resurrectos a fraga abierta, de la España diferente pero nada indiferente a los manantiales del dinero de los que mayormente subsistíamos mal que bien?... Cambiaron las estructuras y ya no solamente las costas sino hasta el páramo de la meseta se convirtió en tierra promisoria, que de todos los lugares vienen a buscar su acomodo, por aguas sureñas por donde las elementales y peligrosas barcazas, llámense como se llamen, dejan en la mar, a pesar de todo, su larga estela de zozobras y hasta de esperanzas desangradas aunque algunas llegan ala costa que es de lo que se trata; de los montes pirenaicos que era fama en años del XIX y aún más tarde, que era donde empezaba la Africa; fronteras ya de paso abierto por donde se penetra sin criba, de qué modo, repito, se recibe en España al foráneo, ya no turista sino inmigrante, que hay quien dice, y es voz común, que reciben subsidios, emolumentos, ayudas, etc,etc, que no perciben los naturales... 


José Ribera.- 

   Según Jusepe Martínez (1602-1682), pintor de Cámara de Felipe IV, quien estando en Nápoles tuvo relación con José Ribera (1591- 1652), es de este pintor nacido en Játiva, esa frase amarga que dice que "España es madre piadosa de forasteros y cruelísima madrastra de los propios naturales'. Lo vuelvo a reencontrarlo donde siempre estaba, en este libro que escribió Eugenio Noel (Madrid, 1885- Barcelona, 1936) y que ahora tengo entre mis manos ("Escenas y andanzas e la campaña antiflamenca', F.Sempere y Compañía, Editores, Valencia, 1913), y en el capítulo XVII intitulado 'Una tarde en el monasterio del Parrar", nos cuenta de éste convento de jerónimos segoviano fundado por obligaciones de piadoso voto por el muy poderoso marqués de Villena allá por el año de 1446, cuando el tal marqués 'andaba en los líos reales de la muy bastarda señora la Beltraneja. La curiosísima prosa barroca de este singular personaje que fue Eugenio Noel, empeñado, aparte de en escribir increíbles novelas de aún más increíbles personajes en perseguir añuda y obsesivamente a torerías y a flamenquerías, hace una apología de irresistible atracción por lo desmesurado de los rasgos descriptivos (arquitectura, espacios naturales, plantas, aves, rumor, cantos, silencios, etc, etc.) de este lugar de delicias que resulta ser el mencionado monasterio, en algo o mucho parecido a aquel solacio de los tres apóstoles (Pedro, Santiago y Juan) ante la transfiguración de Jesús en el Tabor o en el Hermón ('¿Maestro, por qué no levantamos aquí nuestra tienda?'), ya que el incansable viajero que, en aras de su manía persecutoria de los dos mayores mitos de la españolada, subyugado por el lugar en donde se halla, tiene a decir, igualmente, que "estoy bien así y es necio marcharse a la ciudad moderna con sus cafés y sus conversaciones sin fe ni substancia" que resulta ser como un guevarista desprecio de corte y alabanza de silentes patios, monjes igualmente taciturnos, aves monacales en lo muy alto sin nubes... (Me gustaría seguir escribiendo de este singularísimo escritor que fue Eugenio Noel, algo que no puedo hacerlo aquí por llevarme a otros derroteros la antedicha frase del pintor Ribera. Quede pues en la oscuridad más que en la penumbra donde yace desde hace muchos años sin esperanzas de retorno el notable autor de "Las siete cucas', y ocupémonos de España y sus veleidades maternales).

Jauja.- 

   De tierra áspera y dura que era, una prolongación del desierto, monegros extendidos como tapiz que echó a rodar un malquisto diablo que nos quiso hacer la puñeta, la España de hoy, casi solamente nada más que un nombre que se está destiñendo casi hasta borrarse, se ha vestido para ciertas gentes extremas -hambre en las entrañas, decisión en la mirada y férvido pulso de acción en las muñecas-, en feraz tierra de jauja, lugar de abundancias y prosperidades sin cuento, una versión en español, siempre más adusto y rancio el ceño de ambición a pesar de las herencias moriscas cabe lascivias y libidinosas resonancias, de aquella isla de Cocaigne, en donde no más llegar, son tratados los bienvenidos por muchachas en flor diestras sin embargo en caricias y ungimientos seguidos de gratos banquetes con productos del lugar, sí que el esquemático leche, vino, miel y lechones asados que penden de las ramas que la imaginación de un rudo conquistador no era capaz de superar, pero también viandas aún más apetecibles para tiempo después, que la pregunta se guarda para formularia ahora: ¿da la España para tanto?... Y dejamos aparte, venga o no a cuento en la historia de la madrastría española de la que hablaba Ribera, la situación de la España actual que ya no se sabe ni siquiera si es capaz, no de enarbolar (que sería mucho pedir) sino solamente de mantener su nombre, la España tan caediza que lo primero que se nos viene a las mientes a algunos -no tan pocos-, es, su equilibrio inestable, su estar en la cuerda floja donde le han colocado tantos descuartizadores como le han salido, que parece más bien presa de chacales o hienas que, tironeando, desgarrasen sus carnes, que, aunque en todo tiempo ha tenido la política su tendencia a despeñarse por el lado de los arreglos, pactos, componendas, etc, etc, parece como si, actualmente, se hubiesen superado las más innobles marcas. 


Blancanieves.- 

   A la madrastría le viene su mal pergeño, creo yo, por culpa de Blancámeves, la de los siete enanitos, y que es posible que previniera de más hondo, de alguna desazonante experiencia de los Hermanos Grimm que nos colocan ante la decepcionante respuesta de un espejo a una guapa mujer, evidencia insoportable. Dime, espejo, ¿hay alguna mujer más guapa que yo?, que se pregunta y el espejo siempre miente; el espejo, siempre galante, deja que la mujer se crea que es la más guapa que si no nunca saldría a la calle; el espejo goza de una reputación de honestidad que nunca ha tenido ni tendrá nunca, y cuando el espejo deja de mentir las cosas van mal porque al igual que la misión de la palabra es disfrazar el pensamiento, la del espejo es la de disfrazar la imagen, que cuando no sucede así, el retrato de Dorian Gray va mostrando sus reculas horrendas en el desván, y cuando el espejo dice que sí, que Blancanieves es más bella, Blancanieves se lo pasaría mal a no ser por los enanitos que la acogen. ¿Hay alguien más generosa que yo?, se pregunta la España ante la extranjería inmigrante en su papel de matrona dadivosa, que es aquí donde la frase de Ribera puede que vuelva a tener vigencia, que hay muchos que dicen que sí, que por estos pagos (que no sé decir si son aún España) se tiene la sensación, por parte de muchos, de que se usa más de la generosidad con los forasteros que con los naturales.