viernes, 4 de febrero de 2011

Sonetos





   ¿Sirven ya, para qué, las enseñanzas de lenguas? (que no sé siquiera si la pregunta me ha salido gramaticalmente ortodoxa). En número de ciento cincuenta y dos, buen rosario de sonetos, cantó y lloró y gimió su amor y su desventura, su ansia y su fracaso, el poeta Pierre de Ronsard a su numen Héléne de Surgéres que no debía de ser, según ácidos contemporáneos, de la estirpe estética de su tocaya la de Troya, que la daga más afilada en ironías sobre su persona física la blandió, obligadamente, un cardenal como no podía ser de otra manera, aquel llamado Du Perron, experto en catar bellezas femeninas como se supone que lo eran todos los de su condición, eclesiástica al igual que la del propio Ronsard, que embebidos en la estatuaria artística de las catedrales y en el refinamiento de los salones, exhibían en el terreno de la sátira su honda formación artística y humanística en general, que, dicho que fue por Ronsard que su amor por Héléne fue solamente platónico, dió en decir Du Perron, en feliz y feroz reflejo, que sobraban las palabras y bastaba el vero retrato de la dama para demostrarlo. Ciento cincuenta y ¿los sonetos pues los que Ronsard ofreció a la desagradecida, cuya protesta por no gustarle los antedichos poemas, dan lugar a que Ronsard muestre su indiferencia hacia los dos, hacia los sonetos y hacia la dama, expresando a un su amigo, la displicente frase de "si no le gustan que los deje', que el amor es así, de ángulo obtuso cuanto más agudo se requiera. Y viene a cuento esta historia de Sonnets pour Héléne' de Ronsard, para indicar que, si en el primero de ellos le viene a decir que seule vous serez ma demiere aventure", recalca en el final y en el último verso el reconocimiento de que "el Amor y la Muerte son finalmente lo mismo'. Una larga andadura para nada como Lo es todo ,en la vida, que si tuvo comienzo un primero de mayo con vides que abrazan olmos y prados y bosques erizados de verdes, termina con lacerías, venenos y penas, que siendo así, en días propicios, los difuntos por un lado y los santos todos por el otro, ojos muertos de lucientes candelas en calabazas huecas en las encrucijadas de las estratatas campesinas, buen escenario para crímenes fantasmas, mientras la sombra del escándalo subía a los escenarios en la figura del Burlador, sea quien fuere su autor de los varios que se pudieran sacar de la manga, hasta el mismo paroxismo burlón de trasunto transexual de la gran dama del cine y del teatro español a quien le cupo el prurito de sentirse don Juan en el escenario cuando se había sentido ¡doña Inés, la bicefalia sexual o el culmen hermafrodita, brazos que se dirigen a ambas direcciones, que ocurre también que, aun embebidos de ciudad ruidosa, miramos hacia la ciudad silente, más bulliciosa estos días por el grave influjo del calendario que protagoniza a los difuntos, vacilante o convaleciente ejercicio, que, vueltos a la ciudad, nos topamos con huesos de santos y buñuelos que es, de esta manera como llegamos a libar, de manera siruposa, las enjundias de los difuntos... 


Dogdson.- 

   Hablan los que se suponen que están vivos (que sabría que ver) de sus chácharas de procesos y paces, de diálogos obscenos y otros galimatías, que las palabras se prestan a estas reviradas revueltas que tanto les gustan, que en esto de disfrazar el significado de las 
palabras habría que recurrir a otro reverendo, Charles Lutwidge Dodgson, denominado mayormente Lewis Carroll, de encanto narrativo incomparable por supuesto, del que quedó encantada Alicia mejor una vez que pasó al otro lado del espejo, lugar sublime. Ducho en extravagancias lingüísticas de poner nombres como le petara algún personaje del tal Dogdson, que en ello estamos también por estos lares, que hay preguntas tan directas que solamente pueden ser contestadas mirando al infinito y llamándose andanas que es lo que hace el que menos derecho tiene a hacerlo, que hay quien dice tener derecho a saber sobre qué tierra se cree que se pisa y ni eso, que hay quienes van aceptando todo lo que, sea porque se va acostumbrando que es cosa de costumbre hasta el caer en la ignominia. Pero hablan no solamente los vivos sino también los muertos, ahora muy fuerte la voz de don Pío desde su cementerio civil, gran título, al medio siglo de ser enterrado para ser siempre desenterrado como se está viendo, que lo dijo el poeta de un muerto, de cualquier muerto, el muerto anónimo, que "sólo quedan los ojos que preguntan/ en la noche total, y nunca mueren' (José Luis Hidalgo), que nunca mueren esos ojos y nunca las preguntas, que corre por banda, fría y blanca como ventisca, la sombra fantasma de Aashaverus, el errante, que se asomó en algún momento a la política que es tierra sobre la que se dice que crece la planta del poder que puede ser como aquella de los tiempos ya lejanos en medida carnal nunca en medida temporal que usa de otros baremos) de la posguerra, planta entronizada como a manera de un sagrado corazón, el dios lar de la casa toda, sahumerios, humaradas, olores a fritangas y cocidos y, en medio de todo, ella, la mayestática, la planta mater a la que e debe todo honor y gloría. 


Höderlin.- 

   Con tipos aviesos como nos rodean, maquiavelos enanos, con los que ya sabemos para qué sirven las palabras, tapaderas del pensamiento, se nos abre el mito de Babel, que leía yo hace poco, en estas mismas páginas, la historia de su fin por medio de un sistema de traducción automática de la voz recogida en los mismos veneros, el gestual de los labios que hasta, que ante semejantes logros, dígame usted si vale la pena promocionar lenguas que, cuando se perfeccione el invento, que lo será a marcha de gato con botas, el mundo puede ser que no sea más que una isla de silencio que navegue por los espacios. Y tengo leído que había escrito Hölderlin, en carta a su madre, enero de 1799, y que mereció el comentario de Heidegger, que se le ha dado al hombre \el albedrío y un poder superior para ordenar y realizar lo semejante a los dioses' ya al mismo tiempo, "el más peligroso de los bienes, el lenguaje, para que con él cree y destruya, se hunda y regrese a la eternamente viva, a la maestra y madre, para que muestre lo que es, que ha heredado y aprendido de ella lo que tiene de más divino, clamor que todo lo alcanza' ¿De quien como forajido hablamos, de quién como falsario hay que preguntarlo?... 
   Añadía Hölderlin, "el poeta del poeta' (Heideggér), y quizá como resumen de su poesía toda, y en su derecho de poetas que es "estar de pie antes las tormentas de Dios, con la cabeza desnuda', que "es poéticamente/ como el hombre habita esta tierra'. Poéticamente en e1 vivir, acaso; amor y muerte aunados en el último soneto de Ronsard: voces vivas de muertos que piden justicia y no se quieren oír desde ese cementerio alzado en cualquier esquina..