Falleció la Fallaci
y la prensa se encendió en obituario ardiente, punteando luminosos los pabilos
de los cirios de no se sabe que (de tristeza supongo que no que hasta tanto
casi nunca llega el corporativismo periodístico; de alegría tampoco es de
sospechar, pues que tampoco van por ahí que no las odas aunque tampoco
endechas; de admiración difícilmente cuando en este oficio lo normal es
adscribirse al grupo de los narcisos, floralia de vanidosos y egoístas), Séase
así con ella o no. todos los adioses de coetáneos nos producen variadas sensaciones
en nuestra intimidad, que puede ser que. en el primer momento, nos nazcan
acordes o cadencias undosas de vernos libres de un peligro que era ése en la
que ese otro que soy yo, cayó, es decir, la alegría espontánea del animal que
se ha visto en peligro y acaricia su osamenta, a lo que. sigue como un tabaleo
de años en las cuentas de la memoria y un como gusano acezante de angustia por
la proximidad del otro peligro parejo a que el futuro nos aboca, acaso también
la envidia hacia el occiso que ya cumplió con el deber que a todos se nos tiene
asignado y cuando a nosotros nos pende aún la deuda, pensamientos tan naturales
que los vemos girar como en rueda de feria. Pero lo cierto es que falleció la
Fallaci y la prensa se convirtió en un jardín no diría yo que de cipreses ni de
vesperinas ni de crisantemos que son todas plantas mortuorias en mayor o menor
medida sino en especie de coronas bien entretejidas las más, que en hacerlas vistosas
se han entretenido los mejores artesanos del papel prensa y de columna diaria y
la antología necrológica se enriqueció sobremanera; Todos llevamos acuñado
-entre ceja y ceja algunos-, el diseño de ese jardín ideal por cuyos senderos
nunca caminamos y del que alguna vez pienso escribir si el corazón y los pulsos
no se me desmayan por la cargazón de los años, y acaso por ese modelo ideal
substanciado casi en nuestros genes no podemos por menos de girar una visita no
sé si romántica, no creo que excesivamente sentimental, sobre las hespérides
sobre las que ejercía su cuidadosa vigilancia del manzano de oro de su profesión
la italiana de pluma daga (que en determinado momento toda metáfora tiene que ir
directa al grano, ¡fuera las comparaciones metafóricas con ayudas adverbiales!
aunque sea esto un oxímoron, no importa). Falleció la Fallaci y los más
preclaros espadachines de la prensa entraron en duelo (no 'de lágrimas
vertiendo' tipo garcilasesco) sino de justa o torneo como lo pudiera narrarnos
uno de los muchos seguidores que a esta hora le han salido al gran Scott, don
Walter, señero inventor del género, y, porque a tal señora tal honora, o porque
ya se lo saben todos que el estro de Zorrilla amaneció del vientre del cadáver
sombrío y macilento' de Larra y aun supurando ellos mismos glorias literarias abundantes,
nunca deja de ser lugar conveniente la sombra del copudo árbol que, en este caso,
ha podido adquirir la yacente figura de la periodista italiana, tan célebre que
entrevistó a la mismísima Gran Señora llamada la Historia en sus arterias y
venas principales ninguna de las cuales se atrevió a no recibirla, que lidió de
tú a tú con los antipáticos (entre los que colocó a la Duquesa por antonomasia
por herencias acumuladas que no por esencias propias y a Antonio Ordóñez
representante supremo en tal momento de lo más ostentoso de la torería,
poniéndolos a los dos como chupa de dómine, que se decía aunque ya no sé si se sigue diciendo), asistió a todos
los conflictos que se dieron en el siglo pasado y recaló en éste para dejar
testimonio, a ultima hora, de sus profundas antipatías al Islam desde su
conciencia alerta de atea cristiana como se proclamaba, clónica del modelo
preconizado hace siglos por Arrio, Al desearla el consabido y tópico RIP me queda
algo más que la duda de si no será crimen léxica y de intenciones contrapuestas
desearla el descanso a tan activa guerrera. De sus muy abundantes trabajos de
prensa y literatura, extraigo solamente, como acierto de selección por supuesto
que no de creación que aquí nos entra en ronda Platón y su 'Apología de
Sócrates', la cita que antecede a su complejo texto literario de "Un
hombre', una novela admisible en variados géneros como asegura la autora que
quiso que fuese, un libro sobre la soledad del individuo, sobre la tragedia del
poeta que no quiere ser y no es hombre masa, un libro sobre el héroe que lucha solo
por la libertad y la verdad sin rendirse nunca, etc, etc, que, yéndonos por fin
a la cita, escribe Platón por boca de Sócrates, que 'Ha llegado la hora de
partir. Cada uno de nosotros sigue su propio camino: yo a morir, vosotros a
vivir. Qué sea mejor, sólo el dios lo sabe”. Que dudo mucho yo de que la
Fallaci ahora, como antes tantísimas legiones humanas y las que vendrán, podrán
allegarse nunca a tan supremo conocimiento.
Ratisbona.-
De los asertos
varios de la Lección Magistral impartida por Ratzinger en Ratisbona, espigo
dos. La una, por lo que tanto ha dado que hablar. La otra, por lo que tan poco.
Y, creyendo yo, que debiera ser al revés.
La cita de Manuel II Paleólogo con la que Benedicto ha
creado tantos escozores en la siempre sensible piel islámica, me hace releer
la-Historia, lo confieso, más cuando el Imperio bizantino nos es y nos ha sido
siempre, no se por que, mucho más desconocido que el romano. Materialmente, yo
diría, esa cita resulta más peligrosa, en los presentes tiempos, que una
cascabel en las proximidades del calcañar y con el aumentativo de ir descalzo,
que quién sabe si servirá para mejor calibrar las excelencias de la Guardia
Suiza (que, por cierto, ni siquiera sé si siguen vegetando por el Vaticano).
Pero mentalmente, es decir, en los terrenos de la razón, la otra referencia a
ese posible engrane entre racionalidad y creencia, me es más insondable. Claro
que será que la teología tendrá sus secretas razones que la común razón no
entiende.
La palinodia.-
Guardo esta última antífona para la inmigración, que si Ratzinger no
puede cantar la palinodia (que chirriarían así sus cuerdas vocales y los de
toda la cristiandad en suma) de ese menester de freno y marcha atrás parece que
se están encargando unos gobernantes salidos de una factoría de novatos
imposibles, que solamente aciertan cuando se desdicen. Mientras tanto, la
inmigración, a pie de guerra, con el cuchillo del hambre en sus dientes, ha
entrado y sigue entrando a la carga por los cuatro puntos cardinales, que
también habría que releer la Historia en busca de algo parecido que no sería
posible encontrar porque lo de ahora supera lo de cualquier tiempo pasado en
materia de inmigración aun contándose las invasiones todas, godos, ostrogodos,
visigodos, almohades, almorávides, benimerines, etc, etc.